martes, 26 de abril de 2016

Un mundo sin fin

Cuando empecé a escribir en este espacio virtual, lo hice a manera de terapia, para desahogarme y curarme todas las heridas que una terrible ruptura amorosa me dejó. 
Hoy puedo afirmar que he pasado la frontera de la desilusión y me encuentro en una etapa de tranquilidad espiritual que nunca hubiera pensado encontrar y que ninguna teoría ni religión me hubiera brindado. 

La mejor parte de todo esto es que, cuando obras con bien, todas las cosas buenas que mereces comienzan a llegar.

Así te encontré.
Encontrar algo como ésto que tenemos como la máxima muestra de serendipia.


La última vez que me enamoré de alguien pensé que lo había encontrado todo en el mundo, pensaba que todas las cosas maravillosas de la otra persona se iban descubriendo de a poco hasta que en un punto haces clic y todo es perfecto.

No.

Lo mejor de la vida es que siempre cambia, lo que era cierto ayer, tal vez mañana no lo será. Y en esta suerte de transformaciones apareciste de la manera más absurda posible.
Todavía no puedo afirmar si esto es sólo una extraña amistad o el inicio de un sentimiento más profundo, pero lo que si se es que conocerte ya ha cambiado absolutamente todo lo que pensaba sobre el amor; lo que pensaba sobre las personas especiales para uno.

Es imposible para mi dar una explicación al por qué confío en ti desde el primer momento en que te conocí, cómo surgió ese clic instantáneamente; ahora me resulta difícil acostumbrarme a conversar contigo todos los días durante horas, pues se que te irás pronto y tengo un miedo inmenso de perder una vez más esto que tenemos.

Sea lo que sea, ahora entiendo que las mejores cosas para mí no son aquellas que van apareciendo poco a poco, sino aquellas que aparecen sin esperarlas y que simplemente te atraviesan como un rayo.
Gracias por ser mi rayo, gracias por demostrarme que tengo un corazón nuevo, abierto a las nuevas posibilidades.
Gracias por demostrarme que puedo amar una vez más.

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