viernes, 6 de marzo de 2015

UIO

Comienza el momento en el que aquellas personas que estuvieron unidas por un lapso de tiempo y luego se separaron tienen que volver a interactuar en este espacio de ciudad llamada Quito.

Aquellas interacciones cortas, momentáneas, electrónicas y digitales, casi imperceptibles pero que traen consigo un huracán de emociones serán el pan de los días que vienen.

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Mini infarto.
Ves su rostro en la pantalla. Maldición.
Lees, sonríes, HOME.

Los encuentros ahora serán en código binario, convertidos en textos e imágenes en una pantalla. Maldición.
Quito es chiquito, chiquitito, un granito de arena en la selva del planeta Tierra. Él podría estar a la vuelta de la esquina, conectándose, desconectándose.

Ya me cansé de respirar su mismo aire, cargado de los átomos que ya han pasado por sus pulmones, por sus labios que susurrarán "te quiero" en otros oídos. Me contamino, me veo en tercera persona buscando su mirada entre las muchedumbres o a veces su melena casi rubia dándome la espalda.

Quito es cruel, siempre encuentra cientos de posibilidades de conectarte con personas de las que ya te habías separado. Quito se ríe de mi cuando me ve caminando en este laberinto de asfalto, se ríe a carcajadas cuanto más cerca están nuestros pasos.

Debo huir de aquí, necesito huir.
Necesito un nuevo aire, un nuevo cielo con nubes dispersas, atardeceres naranjas y rojos. Necesito un nuevo lenguaje, gente desconocida, grosera y amable, ocupada y con prisa.
Necesito un lugar donde la gente no esconda tu mirada. Ya va siendo hora.


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